January 13, 2025
EMIGRAR: EL VIAJE OSCURO DEL ALMA Y EL DESPERTAR DEL HÉROE INTERIOR. Por Eduardo Carvallo SCAJ
Ponencia presentada en el VII Congreso Latinoamericano de Psicología Analítica (Buenos Aires 2015)

Quisiera agradecer a los organizadores de este congreso por el esfuerzo puesto en haber hecho realidad este encuentro. Me consta que construir los caminos que nos han permitido llegar hasta acá fue el producto de muchas horas de trabajo intenso y dedicación amorosa. Me hago eco de las expresiones de valoración que mis colegas y amigos han manifestado, no sólo desde nuestra llegada a Buenos Aires, sino a lo largo de todo el proceso.
Hablar de la migración como una expresión de la conducta humana, no es fácil en un tiempo tan limitado, y menos aún cuando las reflexiones que giran alrededor del tema están relacionadas con mi propio proceso -activado a partir de los profundos cambios que en los últimos 16 años se han dado en mi país natal, Venezuela.
Aún cuando no es el foco de la ponencia, voy a intentar hacer un poco de conciencia y promover la preocupación por el proceso venezolano, y entender por qué, desde el año 2000, hemos cambiado un histórico patrón sedentario e iniciado un éxodo que para la fecha suma entre 1.200.000 y 1.400.000 venezolanos en el exilio –aproximadamente el 4% de la población general, por lo que voy a tomarme unos minutos para tratar de transmitirles el ambiente que se está viviendo en Venezuela.
Indiscutible y desafortunadamente, la historia contemporánea de mi país está dividida en antes y después de la aparición de Hugo Chávez en la escena política.
Desde que Chávez asumió la presidencia del país en 1999, centralizó el poder alrededor de su figura al tiempo que debilitó y, posteriormente, neutralizó las instituciones sobre las que se sustentan la posibilidad de mantener un equilibrio democrático del poder. La ruptura de este equilibrio fue sembrando la impotencia y la sensación de amenaza en parte de una población que había crecido, desde la caída del último régimen dictatorial 40 años atrás, confiando en la estabilidad de un sistema basado en principios y valores democráticos. Como manifestaciones de su poder rápidamente alcanzado, logró no sólo cambiar el nombre oficial del país y el huso horario al que pertenecía, sino que también introdujo cambios en el escudo nacional y en nuestra bandera, y poco a poco, introdujo modificaciones en nuestros textos de historia y en nuestros documentos fundacionales, cambiándolos a su antojo.
Apoyado en un discurso revolucionario y mesiánico y en una política abiertamente populista, discriminativa y excluyente, Chávez generó una polarización en la estructura social y un desequilibrio en las dinámicas de convivencia de los venezolanos, sin precedentes, al tiempo que promovía la construcción de una ideología con la cual se identificó una parte importante de la población, el chavismo.
Aún cuando las ideas del chavismo están construidas sobre principios humanos fundamentales, las acciones y el discurso agresivo del presidente y sus allegados promovieron el resentimiento entre los venezolanos y la ruptura de los patrones de convivencia basados en el respeto mutuo, e invitaron a la violencia y a la delincuencia frente a la cual hay una abierta impunidad. Hoy en día, movilizarse en cualquier ciudad del país es exponerse a ser secuestrado, o robado en el mejor de los casos y asesinado en el peor. Para que se hagan una idea de la situación de violencia en Venezuela, para el momento en que termine esta lectura un venezolano habrá muerto de manera violenta en algún lugar del país.
Poco a poco fue apareciendo una sensación de exposición y vulnerabilidad, al tiempo que a los opositores les fueron retirando las garantías de protección básicas y comenzaron a ser marginados de la dinámica socio-política y a ser catalogados como no-venezolanos. En muy poco tiempo cambió la dinámica de nuestro tejido social. De la misma forma, fue cambiando el aparato productivo haciéndolo totalmente dependiente de la estructura de poder chavista.
A lo largo de este proceso -que ha continuado después de la muerte de Chávez en 2013-, podemos reconocer diferentes momentos en los que se han profundizado los sentimientos de amenaza, impotencia y vulnerabilidad. Manifestaciones que son reprimidas violentamente y que terminan con la muerte de gente inocente, elecciones acompañadas de una sospecha de fraude, leyes modificadas por vías forzadas que empoderan cada vez más al gobierno, despidos masivos de forma injustificada, la profundización de la crisis política.En los últimos años ha llegado un nuevo sentimiento al territorio emocional de los venezolanos: la desesperanza. Desesperanza de reestablecer un sistema más o menos equilibrado donde se pueda construir un proyecto de vida sin la influencia omnipresente y omnipotente del Estado y con las mínimas garantías de respeto a los Derechos humanos fundamentales.
Durante estos 16 años, los venezolanos han abandonado el país en diferentes

oleadas. En cada uno de ellas una parte significativa de mis pacientes formó parte de las mismas. Con ellos aprendí a acompañar los procesos migratorios. A reflexionar sobre lo que subyacía a su activación. A reconocer los elementos psíquicos y materiales necesarios para su preparación. Y, cuando algunos de ellos decidieron regresar después de un intento infructuoso, muchas veces acompañado de una gran frustración, me enseñaron sobre las dinámicas a las que hay que hacerle seguimiento para lograr la adaptación al nuevo entorno.
Este aprendizaje inesperado fue complementado por mi propia salida del país. En 2008 comenzó a activarse en mí la misma dinámica que había reconocido y acompañado en mis pacientes, y para enero del 2011 me había mudado a Bogotá.
En Colombia, me ha tocado estar atento no sólo al proceso personal y familiar sino también al de otros compatriotas con los que he compartido espacios nuevos o que me han buscado como terapeuta. A la vez que he aprendido sobre otro tipo de migración que hoy en día y a nivel mundial está ocurriendo permanentemente: los desplazamientos.
No todos los procesos de migración son iguales. Hay migraciones impuestas o decretadas, como los operativos de evacuación obligatoria que se les exige a los pobladores de alguna localidad frente a situaciones de amenaza. Hay migraciones forzadas por los desastres naturales o por la vulnerabilidad que generan las situaciones extremas de conflicto social o violentas. Por otro lado, hay migraciones voluntarias que van desde las mudanzas temporales para cursar estudios en sitios diferentes a donde vivimos, hasta las que se deciden a partir de cambios profundos de nuestro entorno o siguiendo un ideal de estilo de vida. Cada una de ellas tiene su propia complejidad.
En mi experiencia, personal y como terapeuta, he encontrado que la velocidad lenta en la que se dan los procesos de migración voluntaria y planificada, permiten que éstos se constituyan en escenarios naturales para observar las dinámicas de la psique y validar teorías sobre el comportamiento humano. Sobre este tipo de migración es que está basada este trabajo y sobre la que voy a exponer mis reflexiones.
PRIMERA PARTE: ¿Por qué nos vamos?
El siguiente testimonio de una mujer joven que decidió emigrar recoge lo que muchos otros venezolanos comenzamos a sentir:
Venezuela se convirtió en un lugar al que sentía que ya no pertenecía, por eso me fui. Porque no importa que tan grande sea el amor que te ate a algo, si ese algo te hace daño, te limita, te frustra, te pone en peligro o te maltrata emocional y espiritualmente; no queda otra cosa que apartarte, sin importar cuánto duela hacerlo.
Podemos afirmar que emigrar es una experiencia que se vive a diferentes niveles: instintiva, emocional, racional y arquetipalmente
Hay muchos elementos que influyen en la activación de un proceso de migración. En el caso venezolano, lo más evidente fue que el miedo comenzó a hacerse presente.
Desde el año 2002, comencé a acompañar a cantidad de pacientes que, por diferentes razones, pero la mayoría de ellas relacionadas con la sensación de inseguridad, habían decidido emigrar. En muchas de ellas predominaban argumentos racionales para tomar la decisión, pero muchas otras estaban siguiendo un instinto de supervivencia que se había activado. Con ellos aprendí a identificar cuándo se activaba este instinto de supervivencia y a diferenciarlo de otros impulsos. En el espacio terapéutico, los sueños con tsunamis, persecuciones y asesinatos comenzaron a hacerse frecuentes entre los pacientes. Algo en la psique se estaba moviendo alertando al instinto de supervivencia y visceversa. Se activa lo que pudiésemos llamar el sistema psico-instintivo.
Esta activación de la psique colectiva tenía un correlato en las manifestaciones callejeras, donde éramos testigos de frecuentes posesiones por el arquetipo del guerrero y del héroe realmente impresionantes. La calle comenzó a constituirse en un escenario para aprender y reflexionar sobre psicología individual y colectiva.
Hace muchos años, con Rafael López Pedraza entramos en largas discusiones acerca de la importancia de diferenciar entre acciones y dinámicas mediadas por aspectos parciales de la psique, en particular por el complejo del ego, o por la totalidad de la misma.
En los procesos de emigración, podemos diferenciar cuando los nuevos caminos son emprendidos a partir de evaluaciones racionales y cuando lo hacen a partir de movimientos profundos de la psique o de los instintos. El capitán que decide en qué momento nuestro barco debe soltar amarras y comenzar a navegar hacia otros mares es nuestra psique. Incluso en situaciones extremas como guerras y desastres naturales, hay personas que necesitan moverse y otras que necesitan quedarse. El movimiento dependerá de cuánto sufrimiento la psique es capaz de tolerar. La orden de moverse comienza a construirse lentamente a partir de imágenes, emociones, intuiciones que comienzan a llegar a la conciencia desde las profundidades de nuestro inconsciente.
En los diferentes procesos con mis pacientes, comencé a detectar como poco a poco, el miedo comienza a acompañarse por quejas de ansiedad constante, insomnio, sensación de amenaza y vulnerabilidad, sensación de orfandad, incertidumbre e incapacidad de hacer proyectos a futuro. En esta etapa de activación, además de las imágenes oníricas señaladas anteriormente, comenzaron a aparecer imágenes de fragmentación, repetición, debilitamiento y parálisis.
Creo que como terapeutas, se constituye un gran reto poder acompañar los procesos de nuestros pacientes cuando nosotros mismos nos sentimos vulnerables y perseguidos por los fantasmas de la inseguridad. Frecuentemente nos acompaña una ansiedad elevada, así como otras manifestaciones de nuestra psico-biología. La incertidumbre y la activación sostenida de nuestros mecanismos de supervivencia interfieren con la emergencia de nuestro instinto reflexivo. Hemos tenido que desarrollar complejos mecanismos compensatorios para mantener nuestra psique en equilibrio y en movimiento.
En mi caso particular comenzaron a aparecer fantasías espontáneas viviendo en otros sitios, y una doble conciencia enmarcada en una contradicción: irse o luchar, de la cual comenzó a surgir el cansancio. Supe que más allá de las emociones que por muchos años me habían mantenido atado a mi patria, el instinto se había comenzado a despertar en mí.
Entre la activación del sistema psico-instintivo, momento en que el proyecto comienza a moverse y la mudanza, median tiempos diferentes pero este lapso se caracteriza por altos montos de ansiedad, ambivalencia, dudas, contradicciones, miedo a dejar atrás y resistencia a soltar. En este período es importante evaluar las pérdidas y reconocer si somos capaces de afrontarlas. De la misma forma, es importante reconocer las fortalezas y recursos tratando de mantener el principio de realidad e identificar unos objetivos básicos claros relacionados con la vivienda, educación de los hijos, formas de producción y elementos que favorezcan la adaptación de la familia.
En esta etapa es inevitable la constelización de complejos que interfieren profundamente con la capacidad de mantener una mirada clara sobre el proceso, entre los que destacan el complejo del dinero y, por supuesto, el complejo del ego. No es fácil asumir la pérdida de objetos materiales, de comodidades y elementos relacionados con el estatus social, y el prestigio ganado a lo largo del desempeño profesional para comenzar de nuevo en otros territorios. Sólo la alianza entre el instinto que promueve la salida y el reconocimiento e identificación de nuestras necesidades fundamentales y básicas (ananké) es capaz de poder en orden el caos emocional que genera esta constelización de los complejos. En esta dinámica podemos reconocer que la vida transcurre en una danza entre la realidad y un mundo de fantasías durante la cual se mueven “llamadas del alma” que activan y liberan, y exigencias (desde los complejos) que paralizan.
Igualmente en esta etapa podemos ir reconociendo la activación de nuestro nivel arquetipal y las sincronicidades que lo acompañan, que comienzan a guiar nuestros pasos. Aspecto en el que no voy a profundizar y que fácilmente puede ser tema para otra ponencia completa.
SEGUNDA PARTE: Una vez que llegamos, ¿qué?

La emigración es un naufragio que se traga a todo un sistema (intrapsíquico, familiar, social). Una vez que llegamos a tierra firme comienza una nueva etapa del proceso, que para la gran mayoría es el equivalente a una luna de miel: la convivencia con nuestras proyecciones e idealizaciones en un contexto donde, por lo general, tenemos la seguridad de que, por un tiempo, las cosas más importantes están cubiertas (alojamiento, alimentación, vivienda, transporte).
La mayoría de las personas en esta etapa entran en una dimensión irreal y nueva, acompañada de una profunda sensación de extrañamiento. El sentir agradecimiento hacia sí mismos, hacia la pareja, la familia, el sistema o hacia algún ser superior en el que crea hace amable esta llegada. Sin embargo, las fricciones inevitables generadas en las actividades y exigencias cotidianas comienzan a afectar esta luna de miel y nos ”aterrizan” en medio de nuestras necesidades y el esfuerzo para satisfacerlas.
Quizás una de las experiencias que más influye en este “aterrizaje” sea la toma de conciencia de que se perdió nuestra identidad social. Nuestro nuevo entorno nos es extraño y, con frecuencia, nos activa un núcleo paranoide que profundiza esa sensación de extrañeza. Por otro lado, los nativos de ese entorno, en muchas situaciones proyectan sobre nosotros aspectos sombríos que los hacen sentir amenazados activando conductas defensivas como la invisibilización o el otrocidio simbólico, que profundizan nuestra vivencia de la pérdida del tejido social que conocíamos. Esta experiencia reactiva la constelización de los complejos y nos obliga a reevaluar la fortaleza de nuestro sistema. Nuevamente nos sentimos vulnerables y desamparados. Huérfanos. Reaparecen los niveles elevados de ansiedad acompañados de una sensación de ambivalencia frente al paso dado, y la sensación de estar en la mitad de un camino entre una tierra que se dejó atrás y otra a la cual no hemos terminado de llegar.
Para muchos, este momento se vive como un alto en el camino que exige reevaluar y reconocer recursos internos. Se puede hacer evidente la activación del nivel arquetipal de nuestra psique que favorece la constelización de los arquetipos materno y paterno, no sólo en nosotros mismos sino también en los otros miembros del sistema.
Para otros, es la primera etapa del camino del héroe que igualmente se activa a un nivel arquetipal. Sin entrar en detalles, les recuerdo que desde la perspectiva de Joseph Campbell, el camino del héroe es un proceso activado en situaciones de retos trascendentales a lo largo de nuestra vida o por la necesidad de la psique de integrar aspectos que permitan su fortalecimiento y desarrollo.
Este proceso, que como todas las cosas del terreno de la psique no es lineal, se caracteriza por la activación de diferentes patrones a lo largo del mismo. Entre ellos podemos identificar al arquetipo del huérfano -con el que por lo general se inicia- que da paso a los arquetipos del guerrero, del explorador, del creativo, del cuidador, para terminar con los arquetipos del mago o del gobernante, que deo concedente, se transforman en el arquetipo del sabio. Un camino de pruebas y retos a partir de los cuales adquirimos nuevas herramientas, con las que esperamos regresar fortalecidos y con una mayor integración de nuestras estructuras psíquicas.
A lo largo de estos años, he visto como ésta metáfora se presenta y se repite una y otra vez si somos capaces de ofrecerle un mínimo de contención a nuestra psique y confiamos en su principio de autorregulación. El reto es mantenerse trabajando para sobrellevar el proceso de duelo que acompaña a la migración y la inevitable sensación, presente por mucho tiempo, de estar atrapados en el medio de un limbo en el que no encontramos nuestras referencias ni identificamos nuestros códigos.
Pudiese decir que en esta etapa, la consigna es avanzar sin prisa, paso a paso, construyendo nuestros espacios transicionales y las estructuras que permitan nuestro desarrollo y el de nuestros allegados en los niveles psíquicos, profesionales, sociales y espirituales, para adaptarnos a este nuevo entorno.
TERCERA PARTE: Adaptación: Posibilidad de comenzar a hacer psique.
El proceso de adaptación a nuestro nuevo hogar es lento y complejo. Un estudio realizado con la participación de más de 100 líderes, de familias que emigraron de Venezuela en los últimos 12 años, arrojó que el tiempo que transcurre entre la llegada y la sensación de haberse adaptado al nuevo hogar no es menor a 2 años, y ubicó al promedio alrededor de los 3 años. Un 10% no se consideraba adaptada aún 4 años después de haberse mudado.
Por razones de tiempo, no podemos profundizar en la discusión acerca de los factores que influyen en que el proceso se complete o no, sin embargo quisiera nombrar por lo menos 3 que pudimos reconocer y consideramos fundamentales: la preparación para la salida, el manejo del idioma del país al que emigraron, y la actitud con que asumieron el cambio.
Las primeras señales de que la adaptación se está dando, son la disminución de la ansiedad y de la sensación de ambivalencia. Cada vez más y por períodos más prolongados, las memorias de los espacios familiares, actividades, dinámicas y personas que dejamos atrás, que emergían frecuentemente de manera espontánea y autónoma, comienzan a darle paso a la experiencia plena de nuestra nueva cotidianidad. La comparación compulsiva entre las costumbres, ambientes, cultura y personas de ambos países, comienza a desaparecer y a ser sustituida por una sensación de apropiación de los espacios nuevos que comienzan a hacerse familiares.
Al tiempo, si el proceso ha sido modulado por nuestro principio de individuación y no por la dirección del complejo del ego, comenzamos a reconocer cambios en nuestra personalidad y en nuestra actitud frente a la vida: aparece la sensación de que nos “conocemos más”, y se profundiza una sensación de independencia, autonomía y libertad, que se deriva del sentirnos fortalecidos y capaces de aceptar nuestra unicidad y singularidad, que nos hace diferentes a las otras personas.
CUARTA PARTE: Cómo ayudar. De víctimas a sobrevivientes.
Cada una de las migraciones tiene su propia complejidad pero podemos decir que todas ellas afectan directa o indirectamente las dinámicas particulares de nuestros sistemas familiares –nucleares y extendidos- por lo que es importante tomar en consideración el mayor número de los integrantes de estos sistemas en el momento de decidir hacer alguna intervención.

Existe una relación estrecha entre el proyecto inicial, los objetivos logrados, el apoyo social, la elaboración del duelo y el proceso de adaptación de las personas involucradas en el proyecto migratorio. Cuando el proceso de adaptación no se concreta y presenta niveles de frustración por largo tiempo, es frecuente reconocer síntomas que pueden traducirse como una expresión de su sufrimiento físico o psicológico.
Las aproximaciones terapéuticas deben estar dirigidas a promover la contención intrapíquica, la del sistema de pareja y el familiar, a concretar el reconocimiento de las fortalezas, a favorecer la reconstrucción de la geografía interna y la reintegración social, y en la medida de lo posible, a acompañar a la reconstrucción de lo que pudiésemos entender como un proyecto de vida.
Entre los aspectos que son importantes tomar en cuanta en el momento de la intervención están la profundidad y tiempo que han permanecido en el limbo psíquico propio de la migración, la magnitud de la regresión psíquica, la intensidad de los miedos generados, la ruptura adaptativa, las amenazas reales presentes, la magnitud de las perdidas de referencias simbólicas.
Los analistas junguianos somos muy resistentes a intervenciones grupales, sin embargo poco a poco tenemos más evidencias de la importancia de los mismos en algunos contextos. A lo largo de estos años, hemos encontrado que los espacios grupales tienen una importante función de apoyo y fácilmente se constituyen en espacios catárticos y en refugios para compartir y reflexionar las diferentes experiencias, favoreciendo la reconstrucción del tejido social, y la posibilidad de que vaya apareciendo una conciencia colectiva
En estos espacios grupales se potencian las dinámicas que permiten promover la identidad, la experiencia del bienestar social, y la activación social.
En relación a este punto, hemos acumulado una experiencia que nos permite afirmar que en los procesos de acompañamiento, las experiencias grupales en caja de arena han mostrado ser muy efectivas para construir los espacios transicionales y para fomentar el goce, la vitalidad y la creatividad a partir del juego. La caja de arena induce una regresión psíquica desde donde se pueden rescatar importantes mecanismos reguladores y reconocer símbolos que activan y acompañan los procesos intrapsíquicos reestructurantes. Por otro lado, de forma natural, aproxima a los participantes a la experiencia de la imaginación activa.
Además del acompañamiento desde el Trabajo expresivo con arena utilizado con miembros de familias que han sido desplazadas de sus territorios naturales, los casos de familias inmigrantes los hemos trabajado con una caja de arena circular que participa con su profunda carga simbólica, en la que, por sus dimensiones, todos los miembros del grupo familiar pueden intervenir en la construcción de la representación simbólica de las dinámicas que están viviendo y desde allí intervienen en la posibilidad de que aparezcan soluciones y salidas a las mismas, que posteriormente pueden ser elaboradas y reflexionadas en un nivel más racional. Esta caja circular fácilmente conecta con la imagen del témenos, indispensable para que se den los procesos psíquicos, y potencia la experiencia de la unificación alrededor de un objetivo común sin perder el carácter individual de cada uno de los participantes, facilitando la construcción de una conciencia colectiva.
Para concluir, quiero agrupar las ideas más significativos de esta presentación: p
1.- Migrar es un proceso complejo que involucra y afecta todas las estructuras y niveles de la Psique de cada uno de los miembros del sistema familiar que se puso en movimiento, independientemente de quien haya tomado el liderazgo en el proceso migratorio.
2.- El proceso de migración inevitablemente se acompaña de un proceso de duelo por la pérdida de los referentes sobre los que se construyó la identidad individual y social.
3.- Es un proceso que podemos acompañar ayudados por la metáfora del camino del Héroe. En el cual podemos reconocer varias etapas: la activación, la luna de miel, la toma de conciencia, la construcción y la adaptación.
4.- A lo largo del proceso es tan importante reconocer la activación y las direcciones señaladas por el nivel instintivo de supervivencia, como la activación del nivel arquetipal en el que la constelización de los arquetipos materno, paterno y heroico son fundamentales. Así mismo, es importante sostener el esfuerzo que implica el estar consciente de la activación del complejo del ego y de las distorsiones que genera.
5.- La intervención grupal es fundamental. Ella debe dar prioridad al mantenimiento y elaboración de rituales que sirvan de contención y ayuden a reconstruir el tejido psíquico individual y colectivo, y construir un nuevo tejido social.
Bogotá, 2015