EL POLITEÍSMO, LAS ESPECULACIONES DE LA FÍSICA CUÁNTICA Y EL MODELO JUNGUIANO DE LA PSIQUE. Tres Metáforas de lo mismo.
Por Lisímaco Henao H.
Trabajo presentado en el VIII Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana (Bogotá, 2018)
Resumen:

Desde el momento en que se plantea la identidad (sea individual o colectiva), como un fenómeno unitario, el concepto comienza a fisurarse y a volverse inaplicable en cualquier sujeto o sociedad. Un país tendría que ser muy pequeño para no presentar una diversidad mínima de formas de expresión de su nacionalidad y solo un sujeto muy neurótico podría querernos convencer de que él es “una” identidad dada y absolutamente cohesionada y permanente en el tiempo. El politeísmo como expresión de la pluralidad que conforma un reino humano (sea este Maya, Azteca, Inca, Muisca, Arhuaco o Griego) ya fue señalado por Jung y desarrollado profusamente por Hillman y, de hecho, el modelo junguiano de la psique sigue a esta pluralidad en busca de lo humano. Los modelos de la física cuántica y sus nuevos conceptos parecen darnos una idea (imagen) más de esta estructura polimorfa, como si la naturaleza de la materia espejeara a la naturaleza de la psique. Exploraré los alcances de este espejear, de esta relación trans-metafórica.
Palabras clave: Psicología analítica, arquetipos, identidad, física cuántica, emergentes, mitos, politeísmo
1. Politeísmo.
En el principio del desarrollo de la consciencia apareció la magia, luego vino la religión. Tomando como referencia a autores como George Frazer (2011) y Erich Neumann (2015) podemos colegir que en el principio de su desarrollo la consciencia apenas si tuvo idea de su individualidad y autonomía, por lo tanto esa consciencia que hoy denominamos urobórica poseía una incipiente capacidad diferenciadora, lo que nos hacía seres con la naturaleza, en igualdad de condiciones con los elementos y manifestaciones que la constituyen, en palabras de Frazer un estado en el que “el mundo es considerado como una gran democracia”, para Neumann un estado de cosas en las que el Yo pertenece al reino de la Gran Madre. Es en ese mundo en el que surgen los magos, personas capaces de comprender la forma como la naturaleza funciona y las estrategias para hacer que el sujeto humano armonice o encaje con esas leyes. El mago, al conocer y reconocer el funcionamiento natural va desarrollando ceremonias y conjuros mediante el uso de objetos que se consideran unidos espiritualmente a su portador, para conseguir que las entidades que habitan en la naturaleza sean constreñidas y coaccionadas por el poder a él adscrito. En el mundo del mago los agentes espirituales de la naturaleza, lo que para ese entonces serían las divinidades, pueden llegar a ser sometidos a su poder, pero no porque él sea superior a ellos sino porque los conoce y sabe cómo manipular sus deseos, las leyes de la naturaleza se encuentran, entonces, personificadas y pueden ser sometidas o seducidas según esas características personales.
Nuestro conocimiento del desarrollo de la consciencia nos dice también que paulatinamente el estado urobórico se rompió y que la individualidad comenzó a separarse de ese estado de participación mística (Jung, 2002). Este proceso de separación incrementó el conocimiento acerca de la bastedad de la naturaleza y de su carácter incontrolable, incontenible e incluso, a nuestros ojos, poco benévolo, destructivo y terrible. Esto aportó a la consciencia humana, según Frazer, un paulatino sentimiento de pequeñez y la atribución a los poderes activos personificados de la naturaleza una grandiosidad y poder sin límites. En este mundo surgen los sacerdotes, los cuales, al contrario de los magos, buscan con sus oraciones y sacrificios propiciar a las divinidades e incluso agrandarlas para que se asemejen a los movimientos naturales que les impresionaban y que aún deberían impresionarnos. La religión surge entonces como un sistema elaborado de “propiciación o conciliación de los poderes superiores al hombre” (Frazer, op. Cit. Pg. 39), y la casta sacerdotal perseguirá siempre (y sigue persiguiendo) a los magos que se resisten a renunciar a su relación de identidad con la naturaleza y a humillarse convenientemente frente a ella. Este sentimiento de inferioridad o pequeñez que dio lugar a la religión nos situó bajo poderes que aún nos costaba imaginar, pero a cuyo encuentro poco a poco fueron yendo las imágenes provenientes de la psique, primero las más primitivas, aquellas a las que los griegos llamaron Titanes, las que según Rafael López-pedraza (2000) representan lo menos imaginable, lo más cercano a lo animal en nosotros, lo más incontenible y casi inhumano.

El paso de la magia a la religión consolida la primera exposición metafórica, imaginal y analógica de nuestra naturaleza, una expresión en la que aparecen una red de divinidades en relaciones de poder y de amor frente a las cuales el ser humano es apenas un resultado, un sueño o un accidente.
La humanidad genera así dos elementos importantísimos para el ordenamiento del mundo y que son cruciales para el argumento que les quiero compartir el día de hoy: En primer lugar, la personificación de las leyes de la naturaleza y en segundo la idea de que esas personificaciones son de una gran variedad según los elementos que gobiernan. Jung se ocupó de demostrar cómo esas grandes potencias personificadas correspondían exactamente con movimientos internos de la psique y que, muy lejos de las explicaciones racionalistas según las cuales los mitos fueron inventados para explicar los fenómenos naturales, ellos emergen en la psique humana como expresión del mundo interno que encuentra imagen en la naturaleza. Debido a esto es que Jung postula que los seres humanos no inventaron los dioses, sino que los descubrieron. En mi opinión lo que esto demuestra en primerísimo lugar es el hecho fundamental de que la naturaleza de la psique y la naturaleza externa son una y la misma cosa y, por ello, pueden intercambiar sus manifestaciones. Si bien en los sistemas mágicos del ser primitivo ya estaba presente la personificación, esta se vuelve más concreta, en la religión politeísta esta se muestra más acabada y, por ello, hace a la metáfora aún más objetiva.
2. El modelo junguiano de la psique.
A Sigmund Freud debemos la interesante anotación de que el “narcicismo general, el amor propio de la humanidad”, ha sido gravemente herido en la modernidad, se refiere con ello a la manera como nuestra tendencia a sentirnos soberanos y centro de todo lo creado ha sido golpeada por la evidencia no sólo de que no somos el centro del universo o superiores a los animales, más bien estamos en una orilla insignificante del cosmos y somos apenas un eslabón de la cadena de evolución animal en la que “evolución” no significa necesariamente superioridad, pues no somos soberanos ni siquiera de nuestra propia alma. Afirmó Freud que, así como Copérnico sacó a la tierra del centro del cosmos y Darwin a la especie humana de la exclusividad orgánica en que se mantenía, él mismo, Freud, habría demostrado que el Yo y su supuesta superioridad en el aparato psíquico eran apenas una ilusión, debido a que toda su fuerza de voluntad depende por completo de que esté en completa posesión de lo que sucede en instancias profundas y nebulosas que le son desconocidas. Freud se sitúa como el encargado de dar el tercer golpe, de propinar la tercera herida fundamental al narcicismo colectivo.

James Hillman (1999), quien afirmara situarse entre Freud y Jung, hace un análisis de la construcción conceptual de ambos hombres señalando que ninguno de ellos evitó el nominar esa complejidad psíquica, ese conjunto de fragmentos y sus movimientos, con epítetos míticos, con metáforas y nombres que evocan fuerzas antropomorfizadas, de hecho, cita a su amigo Adolf Guggenbühl-Craig al decir que “Los freudianos no pueden entender adecuadamente a Freud porque lo toman literalmente. Los junguianos pueden entenderlo mejor porque pueden leerlo teniendo en cuenta su mitología” (Hillman, 2004, pg. 35); así, por ejemplo, podemos ver en el concepto freudiano de lo inconsciente topográfico a la imagen psicologizada de Hades y su inframundo, “lo reprimido” correspondería con “imágenes retenidas al otro lado”, los torturados y castigados por Hades y la energía del Ello como un fluido, un río quizás como los que atravesaban el reino subterráneo en el mito griego.
Pero mientras Freud defendía a capa y espada el aspecto puramente científico de sus conceptos -continúa Hillman-, es Jung quien viene a desatar de manera voluntaria y consciente una verdadera mitología psicológica, Jung personifica sin pudor lo que llamaríamos conceptos pero que se asemejan más a imágenes en movimiento, verdaderas personas míticas, un asunto que a muchos lectores les choca e incluso los lleva a alejarse de esta teoría. Anima, Animus, Puer, Senex, Sombra, Héroe, Sanador, ¿no son todas ellas personificaciones y más que personificaciones, personas dotadas de voluntad, autonomía, deseo, historia y finalidad?, creo que para cualquier junguiano la respuesta es sí, no tenemos conceptos, tenemos un sinnúmero de personas, de personajes psíquicos. En esto, me atrevo a decir, Jung es aún más rompedor que Freud, no solo apoya la idea del padre del psicoanálisis de que el Yo no es ni autónomo, ni mucho menos central, va mucho más allá al mostrarnos que el centro de nuestro trabajo no es de ninguna manera reforzar defensas ni hacer consciente lo inconsciente, un esfuerzo imposible pues lo inconsciente pre-existe y es inacabable, Jung se atreve a decirnos que nuestro trabajo es aprender a conocer y reconocer la potencia de ese inconsciente y de las personas que lo pueblan. En mi opinión nuestro trabajo desemboca en una tarea que puede sonar muy simple siendo la más compleja de todas: nuestro trabajo es hacer consciencia de la existencia real de lo inconsciente y aceptar que sólo podemos sobrevivir a él, a su poder e indiferencia, aceptándonos absolutamente limitados en fuerza, poder y voluntad de llevar a cabo todo lo que queremos y como lo deseamos. El modelo junguiano de la psique así visto, ubica al ser humano en un estado de profunda división, pero ni siquiera una división en dos mundos, una división en múltiples mundos pues resulta diferente el mundo si actúa en nosotros un complejo de anima o uno de animus, y aún más diferente si somos poseídos –constelados- por alguno de estos arquetipos. Si tomamos en cuenta que esto puede sucedernos de un día para otro y que en un mismo día podemos pasar por diferentes movimientos psíquicos, entonces tendremos que admitir con Rafael López-Pedraza que de lo único que podemos ser conscientes es de la existencia de los complejos (2003). Alguna vez un analista lacaniano me decía que nosotros no admitíamos la falta y que con esta teoría de la integración de los opuestos, del Self, de la trascendencia, nos estábamos situando del lado del narcicismo primario que está aún en simbiosis, en totalidad imaginaria con la madre, después de preguntarme con cuales junguianos habría estado hablando, pasé a explicarle que Jung nunca estableció la individuación como un punto de llegada, ni al Self como una imagen determinada y que, muy por el contrario, el concepto de “falta” es para nosotros clave, pues es el concepto de “límite” el que da sentido a todo el modelo psíquico: límites entre los arquetipos y complejos, límites en nuestra energía, límites en cuanto a lo que podemos ser con respecto a la invasión de ideales y sentimientos que genera la constelación arquetípica.
Veo el modelo junguiano de la psique como un reino en el que el centro es virtual, lo cual significa que sólo adquiere existencia momentánea, es imaginario en términos lacanianos e imaginal en términos hillmanianos. Al concebirlo así, sabemos que todas esas personificaciones cargadas emocionalmente, esto es, energéticamente, aparecen y desaparecen continuamente, dependiendo de las necesidades de la psique como totalidad. En ese sentido se nos hace imposible catalogarnos o catalogar a otros desde esos ideales que arquetípicamente se imponen en el colectivo (imposición que es, por demás, momentánea), así por ejemplo los ideales de éxito, prosperidad o belleza, no son más que proyecciones de arquetipos como la máscara, el héroe o el anima, que están ahí para dotar al mundo de movimiento y emoción, que crean realidad, pero que pueden ser arena entre las manos. Una persona que cree haber sujetado de una vez y para siempre el éxito, que se nombra y es nombrada como exitosa, ya debería tener la consciencia suficiente de que está viviendo a partir de una flor que crece de los terrenos profundos de lo inconsciente y que puede marchitarse mañana, lo mismo vale para el que se nombra y es nombrado como “fracasado”, está viviendo el florecer de algo aparentemente sombrío, perteneciente a la Sombra y que debe ser tomado como lo que es, una señal, una imagen para leerse y para leer a ese mundo que dio a dicha experiencia el nombre de “fracaso”.
El modelo junguiano de la psique nos pone frente a la evidencia de que hacemos parte de un tejido, de un tinglado sobre el que avanzamos y retrocedemos sin cesar. Jung hacía dos observaciones fundamentales sobre la consciencia (1994), la primera consistía en que la consciencia es un fenómeno efímero, que se puede perder fácilmente durante el día (distracciones y fatigas, disminuciones del nivel mental) y que se hunde en el inconsciente al dormir, y la segunda observación era que la consciencia es al mismo tiempo un privilegio y un castigo. Con “privilegio” se refería al don de diferenciar, de reconocer matices de la realidad, de llevar a cabo transformaciones de esa realidad a partir del conocimiento de los opuestos, con “castigo” quería señalar la tremenda desventaja que conlleva el saber que otras voluntades habitan en uno, que otras fuerzas estaban dispuestas en cualquier momento a interferir e incluso a torcer los más queridos proyectos conscientes. Si miramos estos dos importantes señalamientos tendremos que admitir que, en muchas ocasiones, tendríamos que envidiar a quienes viven inconscientemente, a esos que siguen atribuyéndole al Yo y su capacidad ordenadora todo el poder, a quienes se resisten a las tres heridas narcisistas completadas por Freud y amplificadas por Jung, a todos esos seres humanos que siguen defendiendo cada día que siempre hacen lo que quieren, que uno puede lograr todo lo que se propone, que la fuerza de voluntad (del Yo) lo es todo y que sólo el bien y los buenos deseos, la iluminación, los guía, esos que son capaces de reprimir cualquier asomo de consciencia de responsabilidad con una sola frase, una frase simple que se encuentra en el primer capítulo del libro del Génesis -el gran mito de creación adoptado en el mundo occidentalizado-: si existe culpa, si hay razón del malestar, si hay algo que dejó de funcionar, el problema está en el otro, en la otra.
Sin embargo, aunque envidiemos la vida inconsciente, ya no podemos regresar a ella porque una vez aceptada la propuesta junguiana algo nos retiene en la búsqueda de la consciencia de lo inconsciente, como en el mito, Hades nos retiene una vez que ya hemos probado del fruto prohibido de la profundidad.
3. Dos modelos especulativos de la física cuántica.
Algo muy particular me ocurrió con la física cuántica, a pesar de tener a la mano un maestro en el tema, un amigo doctorado en física teórica y profesor universitario, yo casi nada quería saber ella debido a lo falsos que me resultaban los múltiples discursos en psicología que quieren emparentarse con los descubrimientos de esa rama de las llamadas ciencias puras. De todos es conocido que hay ya una psicología cuántica, que se venden cursos de sanación cuántica y que incluso se está postulando que puedes comunicarte con tu doble cuántico, en mi caso soy bastante desconfiado de lo que se pone de moda, incluso cuando Jung se pone de moda y todo resulta junguiano. Sin embargo, el ver el documental de la BBC “En qué universo estamos” (2014) me llevó a buscar a mi amigo y pedirle algunos textos sobre el tema. No voy a exponerles los asuntos “más gruesos” de la teoría ni mucho menos su sustrato matemático –debemos recordar que todo esto tiene sustento en las matemáticas-, pues lo que me interesa es la especulación que suscitan las reflexiones, cálculos y experimentos científicos. Quiero traer aquí el término “especulación” como el ejercicio por excelencia de la psique, una manera en que hace de las ideas un espéculo, un espejo para reflejarse, en este sentido tanto las religiones y sus mitologías como la psicología y sus modelos son también especulación. Son dos las de la física que quiero mencionar, me he basado en el citado documental y en otros textos de divulgación científica (1989, 2003 y 2016) :
A. En 1952 se llevaba a cabo un experimento que consistía en disparar un

electrón a través de una placa con dos ranuras, al otro lado de la placa se ubicaba una pantalla sobre la cual se formaba un patrón extraño, como si la partícula hubiese pasado por las dos rendijas a la vez. El descubrimiento era muy interesante y tenía que ver con el hecho de que los elementos subatómicos pueden comportarse como ondas y como partículas al mismo tiempo, sin embargo, esto no era suficiente para explicar lo que pasaba en el experimento, el hecho misterioso de que la partícula pudiera, efectivamente, estar al mismo tiempo en dos lugares diferentes. El físico estadounidense Hugh Everett propuso, en 1952, una explicación que le ganaría el desprecio de la comunidad científica de su tiempo, propuso la existencia de los muchos mundos, más conocida popularmente como la teoría de los universos paralelos. Según esta explicación que hoy está siendo retomada por teóricos como Seth Lloyd, del MIT, lo que el experimento de la doble celdilla demostraba era que en el nivel cuántico cada impulso genera, por lo menos, dos realidades posibles, así como un electrón puede estar en varios sitios al mismo tiempo, el campo de probabilidades llevado hasta el infinito matemático da lugar múltiples realidades.
B. Otros científicos, como el profesor de astrofísica de la Universidad de California Anthony Aguirre, llegan a la misma conclusión, pero no por la vía de lo muy pequeño sino de lo muy grande. A partir del descubrimiento de la radiación cósmica de microondas, que no es otra cosa que la huella de la gran explosión que dio origen al universo, el big-bang, que se sigue expandiendo uniformemente, nos dicen que tras tener el mapa completo del universo que habitamos tenemos derecho a preguntarnos por lo que hay más allá. La respuesta a esta pregunta, basada en leyes probabilísticas demostrables matemáticamente, es que el big-bang pudo haber sucedido en varios lugares al mismo tiempo, y que dio lugar a otros universos que son, quizás, vecinos de los nuestros, es decir que están más allá de donde termina el nuestro.
No sé a ustedes, a mí me parecía en principio que no era posible que quienes estuvieran proponiendo estas cosas fueran profesionales de las llamadas “ciencias duras”, todo me parecía tan… ¿tan qué?, buscando una palabra para ello encontré la que dio lugar a esta presentación: ¡tan mitológico! Entendí inmediatamente por qué tantas personas literalizan estas hipótesis (ya saben, hay un montón de psicología que ahora pretende presentarse de alguna manera como psicología cuántica), se trata de la fuerza del mito que les subyace. Pero más allá de esas literalizaciones fantasiosas está esta especulación de la física cuántica según la cual el universo no es unitario, pueden existir una infinidad de ellos habitados por una infinidad de versiones de nosotros. Según Seth Lloyd, existen dos posibilidades frente a los llamados multiversos; la primera es que en ellos rijan las mismas leyes físicas que conocemos, con lo cual la versión de nosotros que habita allí no sería muy diferente en esencia, aunque sus decisiones y situaciones de contexto hicieran que tampoco su vida fuera igual a la nuestra. La segunda posibilidad es la de que las leyes físicas fueran completamente diferentes y con eso ya se hace más improbable saber cómo podrían ser esas realidades.
Encontramos una construcción de realidad en la que los conceptos de identidad unitaria del mundo y del individuo se ven cuestionadas pues existirían múltiples identidades simultáneas y en el aspecto de la autodeterminación consciente, pues dependeríamos por completo de las condiciones multifactoriales y probabilísticas del universo en que nos tocó habitar. Nos encontramos aquí nuevamente con una visión que nos pone en el lugar de la nimiedad, de la pequeñez y de la precariedad, nuevamente la falta y el límite para un Yo que descubre el mundo y trata de ordenarlo en coordenadas que le sean familiares al sustrato del que proviene.
REFLEXIONES FINALES.
No debemos olvidar ni por un momento que las tres ideas que acabamos de revisar (politeísmo, modelo de la psique y modelos de la física) son hoy en día tres aspectos de la realidad, los tres basados en evidencias y los tres correspondientes a una visión del mundo, lo que quiero decir es que si perdemos de vista el hecho de que estas ideas surgieron en la mente humana, podemos caer en el viejo vicio de las luchas por la verdad, cuando en realidad nuestras luchas son por la veracidad, por la búsqueda de un punto en el cual la psique pueda encontrar sentido. Resulta interesante que durante su confrontación con lo inconsciente Jung hubiera sido cuestionado en este sentido por su propia alma, la cual le advirtió que él, como cualquier otro ser pensante, se creía dueño de sus pensamientos, que creía que él los había producido por sí solo, cuando en realidad nada, absolutamente nada podía emerger a la consciencia si ella, el alma misma, no lo generara.
Más adelante Jung afirmaría que la psique crea la realidad cada día mediante la imaginación, que es la psique la unidad necesaria de cualquier creación de realidad; nosotros, como clínicos, sabemos que el mundo es diferente dependiendo del complejo con que se mire, que no hay nada que podamos decir del mundo y del universo que no esté en conexión directa con lo que somos nosotros como mundo y como universo, que no podemos dejar de crear nada que no sea una expresión de nosotros mismos sea en espiritualidad, en psicología o en física teórica. La pregunta de, por qué entonces generamos realidades tan disímiles y en ocasiones contradictorias, se responde por sí sola si pensamos que en cualquiera de estos tres modelos se nos está diciendo que un dios, un arquetipo o movimientos de partículas, puede estar actuando de manera contradictoria; por otra parte, la pregunta de, por qué entonces llegamos también a generar realidades tan comunes y en ocasiones tan coherentes, encuentra una respuesta parecida: porque se da en un momento determinado una coincidencia de dioses, arquetipos o impulsos físicos.
Esta hipótesis simple y pequeña que quería compartirles hoy, la de que toda creación humana y todo modelo de realidad es una metáfora de lo que somos, puede extenderse a otros campos como el arte, la economía o la política, con tan solo llevar hasta su corazón la mirada que todo lo transluce, la mirada de la imaginación arquetípica.
A partir de sus encuentros con W. Pauli, Jung afirmó que psicología y física están labrando dos lados de la misma montaña y que un día se encontrarían, pienso que más allá de eso, mitología, física y psicología son la montaña y siendo montaña continúan discutiendo cuál es la verdad verdadera; en el fondo la verdad es que no podemos pensar nada por fuera de la psique y que mito, psicología analítica y física cuántica, hacen parte de una cadena que colabora en la antigua tarea de construir un mundo a imagen y semejanza de la psique porque no puede ser de otro modo.
PREGUNTA PARA CONTINUAR:
¿Se ha impuesto a todo modelo que intenta explicar la existencia (psíquica, física o espiritual), una especie de arquetipo del “centro”?. En el modelo junguiano: El Self. En algún modelo físico de los multiversos: El big-bang como explosión originaria que dio lugar no sólo a nuestro universo sino a otros miles. En el politeísmo griego: Ananké, ante quien se someten dioses, seres humanos y toda la creación o, si tomamos sólo a los olímpicos, Zeus como dios central (también otras mitologías como las amazónicas tienen una imagen central a toda su cosmovisión).
Bibliografía
Austin N. (2014). Documental: En qué universo estamos. Londres: BBC.
Fischer E. P. (2016). El gato de Schrödinger en el árbol de Mandelbrot. Barcelona: Crítica.
Frazer, J.G. (2011). La Rama Dorada. Magia y religión. México: Fondo de Cultura Económica.
Galindo, A.; y Pascual, P. (1989): Mecánica cuántica. Barcelona: Eudema,
Hillman, J. (2004). El Sueño y el inframundo. Barcelona: Paidós
Jung, C. G. (1994). Los complejos y el inconsciente. Barcelona: Altaya.
Jung, C. G. (2002). Los Arquetipos y lo inconsciente colectivo. Madrid: Trotta.
López-Pedraza, R. (2003). De Eros y Psique. Caracas: Festina Lente.
López-Pedraza, R. (2000). Ansiedad Cultura. Caracas: Festina Lente.
Neumann, E. (2015). Los orígenes e historia de la conciencia. Lima: Traducciones Junguianas. Peat F. D. (2003). Sincronicidad. Puente entre mente y materia. Barcelona: Kairós